Declaración de amor by Ana F. Malory

Declaración de amor by Ana F. Malory

autor:Ana F. Malory [Malory, Ana F.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2011-12-01T00:00:00+00:00


* * *

Edric decidió recoger sus cosas y abandonar el castillo. Por muy divertido que le resultara provocar a su hermano y a lady Rheda, no era tonto y no quería meterse en más problemas. La paciencia de Bawdewyn podía ser infinita, pero cuando la perdía, más valía no estar cerca de él.

A escasos pasos de su aposento, descubrió una puerta abierta. El ruido que salía de dentro le llamó la atención y, curioso, asomó la cabeza.

—¿Ya se os ha pasado el dolor de cabeza, lady Rheda?

Se volvió sobresaltada y sintió el impulso de arrojarle algo a la cabeza para borrar la petulante sonrisa que curvaba los labios de sir Edric, apoyado contra la jamba, los brazos cruzados sobre el pecho.

—¿Aún no os habéis ido? Ya estáis tardando —dijo, nuevamente de mal humor.

—Qué modales. —Negó con la cabeza—. No sé cómo mi hermano os lo consiente. De haber sido mi esposa… —Hizo una pausa y su expresión se tornó pensativa—… pero no lo sois, ¿verdad? Qué suerte la mía.

Y volvió a sonreír de aquella manera odiosa.

Rheda, ofendida por sus palabras, se plantó ante él en un abrir y cerrar de ojos, pero en esta ocasión estaba preparado y detuvo su mano antes de que alcanzara su objetivo: su cara.

Luego le retorció el brazo hacia atrás y la acercó hacia sí.

—Me hacéis daño —dijo ella entre dientes, tratando de liberarse.

—Quizá me haya equivocado con vos y al final sois más apasionada de lo que había imaginado. Siempre me parecisteis una mojigata y ahora resulta que tenéis carácter y sabéis sacar las uñas. —La apretó contra su pecho, sin soltarle la mano, que seguía sujetándole tras la espalda.

—Sois despreciable. —El dolor en el brazo era casi insoportable, pero no tenía intención de demostrárselo, no le daría la satisfacción de verla llorar—. No sé cómo me pude equivocar tanto con vos. —Escupió las palabras con todo el desprecio que sentía.

La respuesta de sir Edric fue limitarse a sonreír.

Rheda se retorció tratando de liberarse, pero sus esfuerzos eran inútiles y con cada movimiento el dolor se intensificaba. Ahora, además, estaba completamente pegada al cuerpo de él, que ante los movimientos de ella reaccionó de forma inmediata.

—¿Estáis provocándome deliberadamente, lady Rheda? —susurró cerca de su oído, consiguiendo que un escalofrío de repugnancia le recorriera la espalda.

—Soltadme o gritaré. —¿Por qué no había pensado antes en ello?

—Dadme un beso y os dejaré marchar.

Trató de esquivar la boca que se acercaba a la suya.

—Ni en sueños volvería a besaros.

A pesar del dolor, volvió a intentar soltarse y un pequeño gemido salió de su boca, provocando una risa queda en su atacante.

—No necesito vuestro consentimiento.

Con la mano que tenía libre, la agarró del cabello y la obligó a volver el rostro hacia él. Sin darle tiempo a reaccionar, se apoderó de su boca de una forma brutal.

Los labios que había sentido tan cálidos y suaves hacía unos meses, en esos momentos le resultaron duros y agresivos. Se apretaban contra los suyos con fuerza, magullándola.

Con horror, notó que trataba de introducirle la lengua en la boca.



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